El problema del castellano en Catalu�a es un problema grav�simo que, por mucho que se quiera relativizar, tendr� consecuencias importantes y en cualquier caso ser� de larga duraci�n, porque todo nacionalismo, cuando obtiene su independencia o cierto grado de autonom�a, tiende a repetir las mismas pautas de represi�n contra quienes las ejercitaron contra ellos. Por ser las lenguas veh�culos de comunicaci�n y ser la comunicaci�n humana la m�s noble de sus funciones, las lenguas se convierten en el m�s �ntimo patrimonio de cada cual, convirtiendo la lengua materna en lo m�s querido, y, por tanto, en lo �ltimo a lo que un hombre renunciar�. Este hecho hace que la lengua sea el primer estandarte que enarbola cualquier nacionalismo, ya sea estatal o nacional, dado que su finalidad es cultivar todo aquello que separa, resaltar las diferencias y rebuscar querellas pasadas para actualizarlas, creando barreras pasionales mucho m�s fuertes que las naturales. Los nacionalismos, ya sea el de las grandes lenguas como el de las lenguas minoritarias, agrandan las diferencias como signo de identidad y son inequ�vocos instrumentos para el odio y la confrontaci�n. No me cabe la menor duda de que toda persona que tiene al catal�n como lengua materna, tiene el derecho a utilizarla y a expresarse en ella. Y porque este derecho me parece irrenunciable, considero que toda persona que tiene al castellano como lengua materna, tiene el mismo derecho a reclamar lo propio: todo lo dem�s es pura discriminaci�n. Pregonar que no se empleen las lenguas como arma son necios brindis al sol y cualquier componenda pol�tica, sin consenso por todas las partes, ser� antesala de grav�simas confrontaciones.
Una segunda cuesti�n espinosa, que tendr� consecuencias imprevisibles en la construcci�n europea y en la relaci�n entre Estados, ha sido la decisi�n del Gobierno franc�s en defensa de su lengua, porque en resumidas cuentas tal decisi�n va contra el ingl�s y su deseo de imponerse como lengua hegem�nica. Francia est� dando sus �ltimos coletazos como lengua dominante y protesta ante la imposici�n del ingl�s, cosa que no hizo cuando la impuesta era la suya. Durante todo el siglo XVIII el franc�s alcanz� sus m�s grandes logros. En Rusia Pedro el Grande favoreci� y us� el franc�s. Catalina II emprendi� una verdadera campa�a por afrancesar a las clases dirigentes de su imperio. Las "personas bien educadas" se avergonzaban de hablar en ruso y los hijos de la aristocracia apenas lo dominaban. Tuvo que ser la reacci�n del gran cient�fico ruso M.V.Lomonosov, considerado como el fundador de la moderna lengua literaria rusa, junto con las positivas reacciones que comenzaron a sentirse dentro del pa�s, lo que comenzase a poner fin a tal desafuero. La resistencia ante la ola de afrancesamiento por parte de Inglaterra fue significativa, surgiendo el primer conflicto grave en 1.753 con motivo de un acuerdo de precios. En Alemania la penetraci�n del franc�s fue enorme. En 1.780, Federico II se burlaba de los intentos de Lessing por eliminar la influencia del franc�s en Alemania y afirmaba que la lengua francesa era la llave que abr�a las puertas del mundo. De este mismo modo se expresan hoy en Espa�a la mayor�a de intelectuales, docentes y pol�ticos en favor del ingl�s como medio para la comunicaci�n internacional. Sin embargo, las ideas de Lessing, que reflejaban el significado creciente de las lenguas nacionales para la formaci�n de las naciones y para la conservaci�n de la cultura propia y de la identidad nacional, vencieron a las del propio monarca.
Porque Espa�a no es Francia, en nuestro pa�s se dan todas las facilidades para someterse al pa�s hegem�nico de turno: hasta hace unos a�os al franc�s y ahora al ingl�s, ofreciendo a esta lengua todo nuestro sistema educativo, facilidades en nuestras universidades, ense�anza masiva en TV y acuerdos m�ltiples con el British Council, sin reciprocidad alguna, demostr�ndose de manera evidente cu�l es el pa�s dominante y cu�l el sometido, todo ello en detrimento de nuestra lengua, nuestra cultura y nuestra presencia en el mundo. A�n Espa�a no cuenta con un Lessing ni un Lomonosov que nos devuelva nuestra dignidad en pie de igualdad.
Jos� Luis P�rez �vilo