A esto podemos responder lo siguiente: la posibilidad de aparición de una nueva lengua por sí misma es dudosa, y encargar a un comité la creación de una nueva lengua tendrían poco sentido como por ejemplo encargar a un comité crear un buen poema. Porque la creación de una lengua completa, adecuada en todos los respectos y viva, que a muchos les parece tan fácil y divertido, en realidad es un asunto muy difícil. Exige por una parte un talento e inspiración especiales, y por el otro lado una energía tremenda, paciencia y un amor cálido y sin fin a la tarea emprendida. Muchas de nuestras palabras os sorprenderán, porque parece que uno necesita simplemente dedicarse a ello, que mesa puede ser bam, silla bim, etcétera, y la lengua ya está lista. Con la creación de una lengua plena, adecuada y viva pasa lo mismo que, por ejemplo, con tocar el piano o con atravesar un bosque tupido. A la persona que no sabe la esencia de la música le parece que nada es más fácil que tocar el piano: sólo hay que apretar una tecla y se recibe un tono determinado, tocamos otra tecla, y aparece otro..., se tocan durante una hora diversas teclas y se recibe toda una composición...; parece que nada es más fácil. Pero cuando se comienza a tocar la composición improvisada, todos se van corriendo con risotadas, e incluso el propio intérprete, al oír los sonidos ramplones pronto comenzará a comprender que el asunto no es tan ligero, que la música no consiste en el mero golpear teclas, y este héroe, que con esa arrogante expresión se había sentado al piano pretendiendo tocar mejor que nadie, con vergüenza se oculta y no vuelve a actuar más en público. Para la persona que jamás estuvo en un bosque frondoso le parece que nada es más fácil que atravesar el bosque de un extremo hasta el otro: ¿qué de particular tiene esto?, cualquier niño puede hacer esto: se necesita sólo entrar, ir derecho hacia adelante, y después de algunas horas o días, se encontrará uno en el extremo opuesto del bosque. Pero apenas entra en la profundidad del bosque, pronto pierde el camino, de modo que o no puede salir del bosque, o después de un largo vagar sale, pero no por el lugar por donde debía. Así sucede también con la lengua artificial: acometer la creación de la lengua, darle nombre, blasonar sobre ella al mundo lector..., todo esto es muy fácil. Pero por suerte terminar esta labor no es así de fácil. Con la misma expresión arrogante muchos acometen esa labor; pero apenas han profundizado en ella, o reciben una colección desordenada de sonidos sin ningún plan definido y sin fruto alguno, o meten en tantas dificultades con tantas exigencias adversas, que pierden la paciencia, tiran el trabajo y ya nunca más se muestran ante el público.
Que la creación de una lengua adecuada y viva no es un asunto tan fácil como les parece a muchos, se puede ver de entre otros, del hecho siguiente: se sabe que hasta la aparición del Volapük y el Esperanto había una enorme cantidad de diversos intentos de crear una lengua internacional artificial; no pocas pruebas aparecieron también después de la aparición de dichas dos lenguas; una enorme serie de nombres de esas pruebas y sus autores se encuentra en toda historia de la idea de la lengua internacional. Estas pruebas las hicieron personas particulares, así como sociedades completas; absorbieron gran cantidad de trabajos, y varias de ellas absorbieron también gran cantidad de dinero; y no obstante, de todo este enorme número ¡sólo dos, únicamente dos consiguieron efectuarse y encontraron adeptos y uso práctico! Pero también estas dos aparecieron no por casualidad, sino gracias que uno de los autores no supo del trabajo del otro. El autor de la lengua Esperanto, que le dedicó a su idea toda la vida, comenzando por su más temprana infancia, que creció con esta idea y estaba dispuesto a ofrecerle todo, confiesa que su energía la mantenía sólo la consciencia de que estaba creando algo que nunca había existido, que las dificultades que encontró en la duración de su trabajo eran tan grandes y exigían tanta paciencia, que si el Volapük hubiese aparecido cinco o seis años antes, cuando el Esperanto no estaba todavía terminado, él (el autor del Esperanto) ciertamente hubiese perdido la paciencia se hubiese negado a seguir trabajando en su lengua, a pesar de que era totalmente consciente de la enorme superioridad de su lengua sobre el Volapük.
De todo lo dicho comprenderéis que ahora, cuando todo el mundo sabe que ya hace tiempo que existen dos lenguas artificiales, s muy dudoso que se encontrase a alguien que acometiese ahora un heroico trabajo de Sísifo desde el comienzo y tuviese suficiente energía para llevar a su feliz término, tanto más que no podría animarle la esperanza de darle algo mejor de lo que ya existe. Cuán poca esperanza tendría esa persona se puede ver mejor en las tres pruebas y proyectos que han aparecido después del Esperanto: a pesar de que los autores han tenido ante sí un modelo totalmente preparado, según el cual podrían haber trabajado, no sólo ninguna de estas pruebas ha abandonado la región de los proyectos, sino que incluso ya de estos proyectos mismos se ve con claridad que si sus autores hubiesen tenido la paciencia y poder de llevarlos hasta el final, estos trabajos no hubieran presentado ninguna mejoría, sino al revés, empeoramientos sobre el Esperanto. Mientras que éste contenta todas las exigencias que pueden hacerse a una lengua internacional (extraordinaria facilidad, precisión, riqueza, naturaleza, estar viva, flexibilidad, sonoridad, etcétera), todos estos proyectos intentan mejorar una faceta de la lengua, ofreciendo para ello empeoramientos por otra. Así, por ejemplo, muchos de los nuevos proyectistas utilizan la siguiente astucia: al saber que el público evaluará cada proyecto según se relacionen con él los lingüistas eruditos, intentan que su proyecto sea efectivamente adecuado para algo en la práctica, pero sólo sobre lo que en el primer momento cause buena impresión a los lingüistas; para eso toman sus palabras casi sin cambiar de las principales lenguas naturales. Al recibir una frase escrita en esa lengua proyectada, el lingüista nota que por primera vez comprende esa frase con mayor facilidad que en Esperanto, y el proyectista triunfa y anuncia que su lengua (si ya la ha terminado) es mejor que el Esperanto. Pero toda persona prudente se convence d que esto es sólo una ilusión, que al intranscendente principio puesto para presumir y causar admiración se le sacrifican principios más importantes (como por ejemplo la facilidad de la lengua para los no eruditos, flexibilidad, riqueza, precisión, etcétera), y si una lengua similar incluso puede terminarse alguna vez, ¡al final no daría absolutamente nada! Porque si el mayor mérito importante de una lengua internacional consistiese en que fuese cuanto más fácilmente mejor por los lingüistas cultos, para eso ¡podríamos tomar cualquier lengua, por ejemplo el latín sin ningún cambio, y los lingüistas eruditos también la comprenderían de buenas a primeras! El principio de hacer los mínimos cambios a las palabras naturales no sólo era suficientemente conocido por el autor del Esperanto, sino que ¡exactamente de él lo han tomado los nuevos proyectistas! Pero mientras que el Esperanto prudentemente contenta este principio con la mesura dentro de lo posible, cuidando de no contrariar otros principios más importantes de la lengua internacional, los proyectistas vuelcan toda su atención sólo en estos principios, y todo lo demás, incomparablemente más importante, lo sacrifican, porque no pueden juntar o hacer casar entre sí diversos principios y ni siquiera tienen el deseo de hacerlo, porque ni ellos mismos esperan dar algo terminado ni adecuado, sino que se limitan a causar efecto.
De todo lo dicho más arriba veis que no existe ni la menor causa para temer que aparezca una lengua nueva que desplace al Esperanto, lengua en que se ha invertido tanto talento, tanto sacrificio y tantos años de paciente y fervorosa labor. La lengua, durante muchos años ya ha demostrado en todos los aspectos de la práctica que responde a todo lo que podemos esperar de una lengua internacional. Pero para vosotros, estimados lectores, esto no es suficiente: deseáis que os demos la plena e indudable certeza lógica de que el Esperanto no tendrá competidores. Por suerte nos encontramos en situación de poder daros esa plena certeza: si toda la esencia de una lengua artificial consistiera en su gramática, entonces desde el momento dela aparición del Volapük la cuestión de la lengua internacional hubiera estado resuelta para siempre. y los competidores al Volapük no hubiesen aparecido, porque a pesar de diversos errores gramaticales de esta lengua, es tan fácil y sencilla, que dar algo más fácil y sencillo ya no se puede. Una lengua nueva podría diferenciarse del Volapük sólo en algunas cosas sin importancia, y todos comprenden que por bagatelas nadie se tomaría la molestia de crear una nueva lengua, y los demás no rechazarían una lengua totalmente terminada y probada por un quítame allá esas pajas. En el caso extremo de que una academia o congreso futuro hiciese en la gramática del Volapük cambios menores que se mostrasen útiles, la lengua internacional sin ninguna duda sería el Volapük, y toda competencia estaría fuera de lugar para siempre. Pero la lengua no sólo consiste en gramática, sino también en vocabulario, y el aprendizaje del vocabulario exige en una lengua artificial cien veces más de tiempo que el aprendizaje de la gramática. Sin embargo, el Volapük resolvió sólo la cuestión de la gramática, pero dejó el vocabulario totalmente sin atención, dando sólo una colección de palabras inventadas que cada nuevo autor tendría derecho a inventarse según su propio deseo. He aquí porqué desde el mismo comienzo de la existencia del Volapük incluso los más fervientes volapukistas temieron con razón que algún día aparecería una lengua nueva, totalmente diferente a la suya, y hubiese lucha entre las dos. En el Esperanto ha ocurrido todo lo contrario: se sabe —y eso no lo niego ningún investigador— que el Esperanto ha resuelto no sólo la cuestión de la gramática, sino también la cuestión del vocabulario, por consiguiente no sólo una parte del problema, sino todo el problema. ¿Qué, pues, en este caso quedaba pro hacer al autor de una nueva lengua, si apareciese? No le quedaría más que..., ¡encontrar otra vez América! Imaginémonos que, efectivamente, a pesar de la ya existente lengua Esperanto, excelente en todos sus aspectos, con su pléyade de adeptos y vasta literatura, a pesar de ella apareciese no obstante una persona que haya dedicado toda una serie de años a la creación de una nueva lengua, que haya conseguido llevar su trabajo hasta el final, y que la lengua propuesta por él se muestre efectivamente mejor que el Esperanto.., observemos que aspecto tendría esa lengua. Si la gramática de la lengua Esperanto, que da una posibilidad de expresión plena en la manera precisa a todos los matices del pensamiento humano, consiste sólo en 16 pequeñas reglas y puede aprenderse en media hora, entonces ¿qué mejora puede ofrecer el nuevo autor? ¿En un caso extremo daría quizá en lugar de 16 reglas, 15, y en lugar de 30 minutos de trabajo, exigiría 25? ¿No es verdad? Pero ¿desearía alguien crear una nueva lengua por eso, y el mundo rechazaría por esa bagatela lo ya existente y probado en todos sus aspectos? Sin duda, no; en caso extremo el mundo dirá: Si en tu gramática hay alguna mejora menor sobre el Esperanto, incluiremos esa mejora en el Esperanto, y el asunto estará terminado. ¿Qué clase de vocabulario tendría esa lengua? En el tiempo presente ningún investigador duda ya que el vocabulario de una lengua internacional no puede consistir en palabras inventadas arbitrariamente, sino que debe consistir incuestionablemente de palabras romano-germanas en su forma más comúnmente usadas; esto no es para que —como opinan muchos nuevos proyectistas— los lingüistas instruidos puedan comprender un texto escrito en esta lengua (en ese tema, como lengua internacional, los lingüistas instruidos juegan el último papel, porque para ellos la lengua internacional es menos necesaria que para nadie) sino por otras causas más importantes. Así, por ejemplo, existe un número colosal de palabras llamadas extranjeras, que en todas las lenguas se utilizan por igual y que son conocidas por todos sin aprenderlas y que no utilizarlas sería directamente absurdo. A todos ellos les deben sonar por igual también todas las palabras del vocabulario, porque de otra forma la lengua sería arisca, a cada paso habría colisión de elementos, malentendidos y el constante enriquecimiento de la lengua se vería dificultado. Existen también otras causas diversas por las que el vocabulario debe estar formado sólo por ese tipo de palabras y no de otras, pero sobre esas causas, por demasiado especiales, ya hablaremos más tarde. Baste decir escuetamente que todos los nuevos investigadores aceptan esta ley para el vocabulario como que no deja lugar a ninguna duda. Y puesto que la lengua Esperanto se ha guiado fielmente por esta ley y porque en esta ley no puede existir gran capricho a la hora de elegir palabras, queda la pregunta de ¿qué podría darnos el autor de una lengua, si eso ya está creado? Es verdad que en alguna palabra particular se nos podría dar una forma más oportuna, pero no hay muchas de estas palabras. Esto se ve mejor del hecho de que en cualquiera de los muchos proyectos que han aparecido después del Esperanto, se encuentran en todos al menos un 60% de palabras que tienen la misma forma que en Esperanto. Y si a esto aún le añadimos que también el restante 40% de las palabras se diferencian de la forma en Esperanto sólo por la razón de que los autores de esos proyectos o bien no le prestaron atención a diversos principios que son muy importantes para una lengua internacional, o simplemente han cambiado las palabras sin ninguna necesidad, entonces llegaremos a la conclusión de que el número efectivo de palabras a las que se les podría dar una forma más oportuna que en Esperanto no representa más del 10%. Pero si en la gramática del Esperanto no se puede cambiar casi nada y en el vocabulario se podría cambiar sólo un 10% de las palabras, entonces está la pregunta: ¿Qué ofrecería por sí misma la nueva lengua, si ya estaría creada y si se mostraría efectivamente como lengua adecuada en todos los aspectos? ¡Esto no sería una nueva lengua, sino sólo un Esperanto algo cambiado! Por consiguiente, toda la cuestión sobre el futuro de la lengua internacional nos lleva sólo a si el Esperanto ¡será aceptado sin cambios, en su forma actual, o si se harán cambios alguna vez! Pero esta pregunta para los esperantistas ya no tiene ningún significado; sólo protestan contra las personas que quieren cambiar el Esperanto según su buen parecer, pero si alguna vez un congreso o academia autorizados decide hacer en la lengua esos u otros cambios, los esperantistas aceptarían esto con placer y nada se perdería de ello: no trendrían que empezar a aprender desde el comienzo una nueva lengua difícil, sino que necesitarían sólo sacrificar uno o varios días para aprender los cambios que se hicieran en la lengua, y el asunto estaría terminado.
Los esperantistas no pretenden en absoluto que su lengua sea perfecta del todo, que nada más alto pueda existir. Al contrario: cuando se lleve a cabo un congreso autorizado, sobre el que se sabrá que su decisión tendrá fuerza para el mundo, los esperantistas mismos le propondrán definir un comité que se ocuparía del estudio de la lengua y le harían todas las mejoras útiles, si incluso para eso tuviesen que cambiar la lengua hasta que fuese totalmente irreconocible; pero porque no existe forma de prever si este trabajo podría llevarlo a buen término el comité, o si no duraría una serie interminable de años, o si se llevaría a un final feliz pactado y si el trabajo terminado en la práctica se revelaría totalmente adecuado, por lo tanto sería insensato e imperdonable por parte del comité si rechazase por el problema del futuro el presente factual y probado en todos sus aspectos. Consecuentemente, incluso si el congreso llegase a la conclusión de que el Esperanto no es bueno, no podría decidir más que lo siguiente: aceptar de momento la lengua Esperanto en su forma actual y paralelamente a esto definir un comité que se ocuparía de perfeccionar esta lengua o crear una lengua nueva más ideal; y sólo cuando con el tiempo se viese que el trabajo del comité se ha llevado felizmente a su término y tras muchas pruebas se ha demostrado completamente adecuado, sólo entonces se podría anunciar que la forma actual de la lengua internacional es abandonada y en su lugar se introduce en la vida la nueva forma. Toda persona prudente estará de acuerdo en que el congreso puede actuar sólo así y no de otra manera. Por lo tanto, si suponemos que la lengua final de las generaciones futuras no será el Esperanto , sino otra lengua aún por elaborar, en todo caso la vía a esa lengua indefectiblemente debe pasar a través del Esperanto.
Por consiguiente, resumiendo todo lo que dijimos desde el comienzo hasta el momento actual, os hago notar que hemos llegado a las siguientes conclusiones: